Necesidades Especiales
Desorientado (3 de 3).
No
sé cuántas horas pudieron haber pasado, la cabeza la tenía por estallar y un
hambre atroz despertó junto con mis parpados al abrirse. La luz, como odio la
luz pero es lo primero que me golpea como castigo por hacer alguna estupidez
que después no quiero recordar y esta no sería la excepción. Los colores
empezaron a acentuarse a mi alrededor después que lo blanco se disipaba de a
pocos y las tonalidades lilas y rosa me señalaban sin mucho esfuerzo que no
estaba en mi casa y menos pensar con mucho alivio claro el que yo no esté
muerto, a menos que la muerte por ser muy práctica también se haya vuelto muy
moderna en el nuevo sentido de la palabra. Yo no tengo problema siempre y
cuando haga su trabajo y no más de lo que deba hacer conmigo. Mi naturaleza
solo me ha atrevido a aceptar mujeres demonio, extraviadas, diosas y una que
otra hueca que mi inconsciencia me haya permitido.
-
Veo que despertaste – dijo acercándose la tercera mujer que me conoce tan
profundamente como le pudiera permitir. La Soledad.
-
Dime que no maté a nadie por favor – le dije con algo de desaliento por los
contrastes de mi malestar. Ella se acercaba con su sonrisa diciéndome payaso,
pero sus cejas amenazaban con lastimarme más de lo que podía estar. Así que
supuse que hice algo malo. Normalmente esto no es novedad en mí, normalmente
termino despertando en mi casa; a veces en la sala, a veces en el baño y
casualmente reemplazando la almohada de alguien, pero de pensar que estoy aquí
en la casa de mi Soledad debe tener más que comentarios fuera de “mi común” por
haber llegado aquí, aun así tenía miedo de preguntar. A veces no sé si
arrepentirme de haberle dado la autoridad de ser mi amiga, mi madre, mi
hermana, simplemente es la Soledad que dejé que esté cerca de mi más de lo
debido.
-
Esta demás preguntarte si te acuerdas o si quieres saber como llegaste aquí,
así que mientras te comes esto escuchas. Y pobre carajo que me quieras agarrar
de cojuda con tus pretextos, por lo menos sé que estas tan hasta las huevas
como para no poder levantarte y largarte de aquí obviando como siempre todo lo
que no te gusta. – simplemente esto es un amor odio me decía a mí mismo. Como
la quiero y cuanto la odio, así que la escuché con los ojos entre cerrados
mientras me alimentaba.
Lo
que escuché al principio no lo entendía, pero poco a poco mientras la historia
avanzaba todo se acoplaba como encajes de madera, tal vez no recuerde que hora
era en ese momento, ni siquiera recuerdo que día, pero sí que hice yo mientras aún
estaba lucido paralelamente comparando las cosas que ella decía.
Yo
recuerdo despertar días antes esa mañana y no ver a Lorena a mi lado, una parte
de mi lo sabía y no le importaba, pero la otra parte aun no lo asimilaba y es
la razón que la vuelve la dueña de mi melancolía. La rabia se apoderaba de mí,
la ira y toda cosa negativa que se podría llenar en tu alma como si fueras una
copa vertiéndose de veneno. Una copa de veneno con alma, eso era yo. Ya vestido
me dirigía al centro, buscar a quien sea que tan solo pudiera darme un pretexto
para llamar a la muerte y alcoholizarme junto con él.
Pues
sí. Soy una copa de vino, con lo que queda del alma, con ese veneno que te da
la noche cuando alguien te quita la vida mientras duermes o haces el amor.
El
turco me recibió con los brazos abiertos. Su aspecto de cobrizo bonachón,
achinado y de sonrisa confiada te daba la seguridad de que todo estaba bien, o
simplemente no había momento en el que no estuviera coqueado y eso le mantenía
el ánimo, pero eso lo sabemos solo los que lo conocemos. Estuvimos en el bar en
esa esquina de Quilca no sé cuántas horas, la mesa estaba en una posición en la
que no podía ver el exterior y realmente no quería verla.
Después
de algunos Chilcanos de Pisco Soledad me llamó, sabiendo que ella nunca le
gustó que anduviera acompañado no le contesté, pero después de siete llamadas
perdidas sabiendo que si la llamaba estaría tranquila con la timbrada, pero por
su orgullo no me contestaría y es que tanto tiempo cerca de ella me haría
hacerlo sin dudarlo. -Es lo primero que coincido -dijo ella. Ya que el mensaje
de voz que le dejé no le decía donde me encontraba, pero si le dije con quién,
y en mi conversación con el Turco interrumpida por mi llamada hizo que el
tratara de hacerme colgar mientras pedía en voz alta un Pisco más y eso fue lo
que me delató. Al colgar la llamada, la carcajada del turco por el rastro
blanco que tenía en la punta de mi nariz hizo que yo sonriera mirándolo
fijamente. El quedarme prácticamente congelado y no perderlo de vista hizo que
en los minutos siguientes se le apagara la risa con un temor que tal vez ni el
mismo comprendía, la verdad no sé si es porque sabía lo que pasaría por su
payasada o si el dejar de reírse me obligó a hacerlo. La botella de pisco rota,
el Turco inconsciente bajo la mesa, no fue hasta que traté de llegar a la
salida del local y recibir lo que merecía cualquier borracho que se pelea en un
local, más golpes.
Ahora
sé que Soledad llegó a mí encontrándome en el suelo a varios metros del local,
no sé si fue ahí donde acabpe o si después de la paliza me dejaron suelto y
anduve como muerto en vida unos metros más. Sé que no me dispararon realmente
porque no estaría aquí probando la compasión de mi Soledad comprimida en un
tazón de caldo de pollo y curando mis heridas. Creo que eso ya no importa.
Dejaré que se encargue de mí y cure lo que pueda.
Fin del Episodio 3.
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Special needs - Placebo
Fin del Episodio 3.
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Special needs - Placebo
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