Malos Hábitos

Y cada vez que la veía siempre notaba que sus ojos eran para mí. Su amor, su odio y todo lo que podía tocar de ella, su sonrisa malévola era como para estremecer a cualquiera. Pon tu mano en mi pecho, no me dañes es lo que sus pupilas me gritaban, lo que sientía la estaba volviendo loca y se aseguró de que yo lo notara.

Minna, así se llama, en este momento ella está frente a mí, con mirada severa y enfadada como si le debiera explicaciones de algo, es muy probable que yo sea la razón de su amargura, el lamento de querer recibir algo que ni yo sé si se lo daré y me lo discutía a mi. Sus cejas mostraban la firmeza de sostener sus ojos egipcios que deseaban llorar. -¡Me importa un pomelo! Una de sus simpáticas frases. ¿Cuántas veces lo habré escuchado? Pensaba. Eso me hizo meditar mientras su voz y el ruido del exterior se iba desvaneciendo. Como es que la conocí.

Yo me encontraba sentado en la mesa de un café barranquino. Solo. Meditando sobre la noche anterior que muy pocas horas atrás ya había muerto. Mis ojos entre cerrados y mi ceño fruncido mientras cogía la taza de café como un vaso de cerveza, daba el cuadro perfecto de algún personaje literario.

Las imágenes en mi cabeza aun entrecortadas como la luz cortadora de aquel lugar con solo imágenes de risas, baile y los ojos de alguien con labios insinuantes.

Terminé el café y me dirigía hacia la salida sabiendo que tenía que regresar para dormir un poco más. Hasta que…

- ¡Hola! me llamo Minna. Mirándola mientras trataba de recordar silencioso antes de decir alguna burrada.
- ¿Tú no eres primo de Alejandro Graña?, Tiene tus mismas facciones. - Debo tener mucha suerte dije yo. Ella soltó una risa que ya antes no pudo sostener más. – No lo creo. Musité.

-¿Cómo te llamas? Con una voz curiosamente sensual. -Lo que queda de Gabriel. Respondí. Ella volvió a sonreír.

Conversamos con tazas de café y caminamos por ahí. Regresaba de Francia después de dos años. Mujer poeta de mirada deseosa y curiosa también.

Me contó lo que hacía y a que se dedicaba. Su contextura delgada y prominentes caderas .Me pregunto del porque no se atrevió a ser modelo.

Vivía relativamente cerca me comentó, así que es probable que no sería la única vez que me vería tomar café por las mañanas. Caminabamos sin pensar hacia donde ir, el silencio y la briza conspiraban, al parecer nos quedaríamos así hasta muy tarde era más que probable.

Una de esas mañanas, me llamo al celular, preguntaba cómo estaba y si me encontraba en aquel café. Le respondí que si, en esos momentos que no puedo darme el tiempo de mentir solo porque no sabía si tenía ánimos de interrumpir mi tan apreciada soledad.

Solo estoy de pasada, me dijo. Pidió una pequeña taza de chocolate caliente con respiración de apuro, como si algo la tuviera pensativa o tal vez preocupada. En el trayecto no cruzamos palabra alguna, solo miradas que rozaban de vez en cuando tratando de entender que pasaba. Traté de no tomarle importancia.

Cogió su bolso con rapidez, tengo que irme señorito Gabriel, disfrute de su café y esos panes que se ven deliciosos como su boca. Esas palabras jalaron mi vista hacia ella, despertándome más rápido que el café. Soltó una sonrisa afirmando tal atrevimiento, colocando su mano tibia sobre la mía. Me besó en la boca y se fué.
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Bad habits - The last shadow puppets.

Comentarios

J. Gamaliel ha dicho que…
Muy buenos cuentos broder. Leí los anteriores y me dije sin dudar: "a este men lo sigo". Pero busqué el botón para seguirte y no lo encontré a si que pienso ponerte en mi blog en la parte de blogs recomendados para estar pendiente de tus cuentos. Saludos!

(www.manoslibres66.blogspot.com)
Música ha dicho que…
Buenísimo en serio buenísimo. Te seguiré leyendo, no dejes de escribir por favor!
Música ha dicho que…
Sigue así, está buenísima esta entrada. No dejes de escribir que estaré leyendo.

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